Los dos cerros que vigilan eternamente Bogotá poseen una magia destellante y encantadora que se desprende de su historia, de lo que significan para la devoción del pueblo al que escoltan, de los cientos de leyendas existentes en torno a ellos y de la tenacidad de sus vecinos, evidenciada en esas construcciones que rematan sus límites en la altura. Pero todos los elementos que dan comienzo a esa magia tiene su origen a su vez en una más sencilla, más privada tal vez, que han citado y precipitado esa historia que hace a los cerros tan dignos de interés. Simplemente así, dejándolos al asombro de los ojos, ese par de cerdos tiene una gracia doble cómo que no tiene nada que ver con que sean dos: La vista desde ellos y así a ellos siempre es impactante.